miércoles, 22 de julio de 2020

UN MUNDO QUE CAMBIA -8






Después de la guerra que inundó de sangre y cartillas de racionamiento cada rincón de España, como en todas las guerras, sólo la desolación es comparable a la fuerza por seguir en éste mundo y éste hecho es el que empuja a las gestes a la intensa tarea de sobrevivir.
Mi madre se pasó más de una década (desde los ocho a los diecinueve años 1942-1953) vendiendo jabón hecho en casa. Entre otras tareas y según cumplía años: vendió pipas, caramelos y hasta batatas en la calle, cuidaba niños, limpiaba, planchaba y cocinaba en las casas, también iba a la recogida de la oliva igual que sus dos hermanas mayores. Pero lo que más vendía era jabón. Ella llegaba al mercado de abastos de Baena o a la plaza, como solían nombrar aquel bendito espacio, con su cajón de jabones bien cortados y su corta edad. Mi abuela previamente había preparado la mezcla de los ingredientes con el aceite que mi abuelo y mi tío, con tan sólo once años, traían cada amanecer después de haber pasado toda la noche recogiendo turbios, que es el aceite que suele escaparse de los molinos y que iba a parar al río. Noches interminables y helados de frío, pero contentos cuando se les daba una buena recogida. Eran cinco hermanos, mi madre y mi tío eran los más pequeños, pero todos arrimaban el hombro. Según el clima hacían trabajos de albañilería, apaleaban y limpiaban lana para venderla a mejor precio, trabajaban en los cortijos o lo que iba saliendo. Cualquier cosa, porque quedarse quieto era pasar hambre.
Mi madre solía llegar temprano y se colocaba cerca del cruce de paso más céntrico de la plaza, con ello buscaba la estrategia del vender y que la viera pronto el recaudador, que era el encargado de cobrar un pequeño tributo a todos los que allí acercaban sus mercancías a las gentes y ocupaban un espacio. Tenían que abonar una peseta por adelantado vendieran el producto que vendieran. A veces, mi madre llegaba sin la peseta previa y el recaudador hacía la vista gorda, porque sabía que la peseta del primer jabón vendido era para él, sabía que ella no trataba de escaquease del pago del tributo y sabía que con un poco de comprensión y sencillez todos salían ganando.
Hoy es todo tan complicado que antes de levantar la persiana ya le debes la vida al recaudador. Ahora, tengo más claro el porqué de la situación a la que hemos llegado. Y de nuevo, Un Mundo Que Cambia, de César Vidal lo expone con una claridad que abruma. Aquí os dejo unos párrafos del capítulo 6 y espero que hayáis conseguido vuestro ejemplar:



Marx y Engels vieron con enorme claridad que el camino a la conquista del poder y la implantación de la dictadura del proletariado pasaba necesariamente por un ataque encarnizado contra la propiedad privada. Uno de los instrumentos privilegiados para alcanzar esa meta era la subida progresiva de impuestos, el despojo creciente de las herencias, y el emprendimiento de programas que podríamos denominar sociales”
Si, por un lado, las dos primeras medidas crearían un empobrecimiento creciente de las clases medias y su proletarización; por otro, esas nuevas masas lanzadas al empobrecimiento se convertirían en sectores clientelares que respaldarían a los comunistas en su asalto al poder”


El fascismo no llevó a cabo esas medidas confiscatorias, pero sí supo utilizar las medidas sociales para conquistar una enorme base social que, satisfecha por las ayudas estatales, contempló con pasividad e incluso con complacencia la desaparición de los regímenes parlamentarios”


En las democracias actuales, la bandera de la igualdad y de la justicia social se están enarbolando
de manera semejante para empobrecer y proletarizar incluso a las clases medias a la vez que se crean clientelas inmensas que, llegado el caso, alcen al poder a partidos impulsores de medidas socialistas abocando a esos sistemas democráticos hacia su conclusión”


Tan es así que esas subidas de impuestos son respaldadas incluso por sectores de la población que se ven totalmente perjudicados por esas medidas, pero que son incapaces de verlo gracias a la propaganda política y mediática”


Como indicamos en la primera parte del libro, la democracia americana surgió modelada por la cosmovisión de los puritanos. El enfoque que dio a los impuestos no fue, al respecto, una excepción. En la Biblia, hay referencias a los impuestos que son dignas de consideración. Por ejemplo, la Torá contemplaba un impuesto fijo situado en la décima parte del beneficio obtenido (Deuteronomio 26)”


ese impuesto del diezmo no aumentaba porque la persona tuviera más ingresos, sino que se aplicaba por igual a todos en el entendimiento de que el diezmo del rico siempre sería mayor que el
del pobre. Se trataba, pues, del impuesto que suele denominarse de capitación, es decir, cada cabeza pagaba la misma proporción de sus ingresos aunque la cantidad variara finalmente”


Por supuesto, el Antiguo Testamento no pasaba por alto que habría gobernantes que intentarían aumentar los impuestos por encima de ese nivel, pero, de manera bien significativa, esa práctica no se presentaba como buena, sino que se señalaba que formaría parte de los abusos de poder”

La finalidad del estado no es regar a los ciudadanos con servicios y mucho menos forzar la igualdad, sino simplemente mantener la seguridad y el orden castigando a los que lo quebrantan. Semejante principio es de aplicación general y no diferencia entre regímenes democráticos y los que no lo son. Por añadidura, indica que esa es la finalidad de los impuestos”


para los Padres Fundadores — que se habían alzado contra el dominio inglés precisamente cuando este descargó sobre los americanos nuevos impuestos — la capitación constituía, como en la Biblia,
el modelo de impuesto, aunque se aceptara la posibilidad de algún otro impuesto directo. Con todo, esos impuestos -serán UNIFORMES a través de todos los Estados Unidos. (Art. I, Sec. 8)”


Semejante visión — de honda raigambre bíblica y puritana — solo comenzó a quebrarse a finales del siglo XIX por efecto de ideologías como el progresismo y el posestructuralismo que implicaban no ver a los ciudadanos como parte de la nación, sino como parte de grupos sociales concretos. Semejante visión tiene, entre otras consecuencias negativas, la de enfrentar a unos sectores de la población con otros”


el Congreso aprobó una ley que diferenciaba en el trato a ricos y pobres. El senador — y antiguo congresista— Justin Morrill (1810-1898) captó a la perfección algunos de los peligros inherentes a esa medida afirmando: “En este país, ni creamos ni toleramos ninguna distinción por razón de rango, raza o color y no deberíamos tolerar nada más que la igualdad completa en relación con nuestros impuestos..”

Fundador del partido republicano, Justin Morrill dejó de manifiesto que se podía mantener un sistema tributario más acorde con el espíritu de los Padres Fundadores — y de la Biblia — sin desatender necesidades como la educación universitaria”


A decir verdad, en 1895, el Tribunal supremo dictó una sentencia contra la ley de 1894 alegando
que sería un paso hacia -una guerra de los pobres contra los ricos— una guerra constantemente creciendo en intensidad y amargura.. Sin embargo, los denominados progresistas decidieron continuar su plan, y en 1913 lograron que la décimosexta enmienda sustituyera la imposición por capitación por unos impuestos progresivos. El sistema impositivo dejaba de tratar a los americanos como ciudadanos iguales para convertirlos en parte de grupos, una medida extraordinariamente dañina para la democracia”


las clases medias acabarían pagando las cuentas en términos de empleo, de crecimiento económico
y de prosperidad, ya que la subida de impuestos tiene como consecuencia directa la reducción del crecimiento económico y de la inversión y el aumento del desempleo”


Es más, la democracia se va destruyendo de manera difícilmente reversible gracias a estas conductas desencadenadas desde el poder. De los partidos, la corrupción del sistema pasa al aparato del Estado e impregna el funcionamiento de la agencia tributaria, de la policía, de los fiscales y de los jueces. Quizá la mayoría de los ciudadanos lo ignore, pero el sistema en el que viven va avanzando día a día, quizá hora a hora, hacia una dictadura que de democracia apenas conserva el ropaje. En paralelo, aparece otra gran amenaza para la democracia: La deuda nacional, un mecanismo de desgracia”


Continuará...

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