Después
de la guerra que inundó de sangre y cartillas de racionamiento cada
rincón de España, como en todas las guerras, sólo la desolación
es comparable a la fuerza por seguir en éste mundo y éste hecho es
el que empuja a las gestes a la intensa tarea de sobrevivir.
Mi
madre se pasó más de una década (desde los ocho a los diecinueve
años 1942-1953) vendiendo jabón hecho en casa. Entre otras tareas y
según cumplía años: vendió pipas, caramelos y hasta batatas en la
calle, cuidaba niños, limpiaba, planchaba y cocinaba en las casas,
también iba a la recogida de la oliva igual que sus dos hermanas
mayores. Pero lo que más vendía era jabón. Ella llegaba al mercado
de abastos de Baena o a la plaza, como solían nombrar aquel bendito
espacio, con su cajón de jabones bien cortados y su corta edad. Mi
abuela previamente había preparado la mezcla de los ingredientes con
el aceite que mi abuelo y mi tío, con tan sólo once años, traían
cada amanecer después de haber pasado toda la noche recogiendo
turbios, que es el aceite que suele escaparse de los molinos y que
iba a parar al río. Noches interminables y helados de frío, pero
contentos cuando se les daba una buena recogida. Eran cinco
hermanos, mi madre y mi tío eran los más pequeños, pero todos
arrimaban el hombro. Según el clima hacían trabajos de albañilería,
apaleaban y limpiaban lana para venderla a mejor precio, trabajaban
en los cortijos o lo que iba saliendo. Cualquier cosa, porque
quedarse quieto era pasar hambre.
Mi
madre solía llegar temprano y se colocaba cerca del cruce de paso
más céntrico de la plaza, con ello buscaba la estrategia del vender
y que la viera pronto el recaudador, que era el encargado de cobrar
un pequeño tributo a todos los que allí acercaban sus mercancías a
las gentes y ocupaban un espacio. Tenían que abonar una peseta por
adelantado vendieran el producto que vendieran. A veces, mi madre
llegaba sin la peseta previa y el recaudador hacía la vista gorda,
porque sabía que la peseta del primer jabón vendido era para él,
sabía que ella no trataba de escaquease del pago del tributo y sabía
que con un poco de comprensión y sencillez todos salían ganando.
Hoy
es todo tan complicado que antes de levantar la persiana ya le debes
la vida al recaudador. Ahora, tengo más claro el porqué de la
situación a la que hemos llegado. Y de nuevo, Un Mundo Que Cambia,
de César Vidal lo expone con una claridad que abruma. Aquí os dejo
unos párrafos del capítulo 6 y espero que hayáis conseguido
vuestro ejemplar:
“Marx
y Engels vieron con enorme claridad que el camino a la
conquista del poder y la implantación de la dictadura del
proletariado pasaba necesariamente por un ataque encarnizado contra
la propiedad privada. Uno de los instrumentos privilegiados para
alcanzar esa meta era la subida progresiva de impuestos, el despojo
creciente de las herencias, y el emprendimiento de programas
que podríamos denominar sociales”
“Si,
por un lado, las dos primeras medidas crearían un
empobrecimiento creciente de las clases medias y su proletarización;
por otro, esas nuevas masas lanzadas al empobrecimiento se
convertirían en sectores clientelares que respaldarían a
los comunistas en su asalto al poder”
“El
fascismo no llevó a cabo esas medidas confiscatorias,
pero sí supo utilizar las medidas sociales para conquistar una
enorme base social que, satisfecha por las ayudas estatales,
contempló con pasividad e incluso con complacencia la
desaparición de los regímenes parlamentarios”
“En
las democracias actuales, la bandera de la igualdad y de la justicia
social se están enarbolando
de
manera semejante para empobrecer y proletarizar incluso a las clases
medias a la vez que se crean clientelas inmensas que, llegado el
caso, alcen al poder a partidos impulsores de medidas socialistas
abocando a
esos sistemas democráticos hacia su conclusión”
“Tan
es así que esas subidas de impuestos son respaldadas
incluso por sectores de la población que se ven totalmente
perjudicados por esas medidas, pero que son incapaces de verlo
gracias a la propaganda política y mediática”
“Como
indicamos en la primera parte del libro, la democracia americana
surgió modelada por la cosmovisión de los puritanos.
El enfoque que dio a los impuestos no fue, al respecto, una
excepción. En la Biblia, hay referencias a los impuestos que son
dignas de consideración. Por ejemplo, la Torá contemplaba un
impuesto fijo situado en la décima parte del beneficio obtenido
(Deuteronomio 26)”
“ese
impuesto del diezmo no aumentaba porque la persona
tuviera más ingresos, sino que se aplicaba por igual a todos en el
entendimiento de que el diezmo del rico siempre sería mayor que el
del
pobre. Se trataba, pues, del impuesto que suele denominarse de
capitación, es decir, cada cabeza pagaba la misma proporción de sus
ingresos aunque la cantidad variara finalmente”
“Por
supuesto, el Antiguo Testamento no pasaba por alto que habría
gobernantes que intentarían aumentar los impuestos por
encima de ese nivel, pero, de manera bien significativa, esa práctica
no se presentaba como buena, sino que se señalaba que formaría
parte de los abusos de poder”
“La
finalidad del estado no es regar a los ciudadanos con servicios y
mucho menos forzar la igualdad, sino simplemente mantener la
seguridad y el orden castigando a los que lo quebrantan. Semejante
principio es de aplicación general y no diferencia entre regímenes
democráticos y los que no lo son. Por añadidura, indica que esa es
la finalidad
de los impuestos”
“para
los Padres Fundadores — que se habían alzado contra el
dominio inglés precisamente cuando este descargó sobre los
americanos nuevos impuestos — la capitación constituía, como en
la Biblia,
el
modelo de impuesto, aunque se aceptara la posibilidad de algún otro
impuesto directo. Con todo, esos impuestos -serán UNIFORMES a través
de todos los Estados Unidos. (Art. I, Sec. 8)”
“Semejante
visión — de honda raigambre bíblica y puritana — solo comenzó
a quebrarse a finales del siglo XIX por efecto de ideologías como el
progresismo y el posestructuralismo que implicaban no ver a los
ciudadanos como parte de la nación, sino como parte de grupos
sociales concretos. Semejante visión tiene, entre otras
consecuencias negativas,
la de enfrentar a unos sectores de la población con otros”
“el
Congreso aprobó una ley que diferenciaba en el trato a
ricos y pobres. El senador — y antiguo congresista— Justin
Morrill (1810-1898) captó a la perfección algunos de los peligros
inherentes a esa medida afirmando: “En este país, ni creamos ni
toleramos ninguna distinción por razón de rango, raza o color y no
deberíamos tolerar nada más que la igualdad completa en relación
con nuestros
impuestos..”
“Fundador
del partido republicano, Justin Morrill dejó de
manifiesto que se podía mantener un sistema tributario más acorde
con el espíritu de los Padres Fundadores — y de la Biblia — sin
desatender necesidades como
la educación universitaria”
“A
decir verdad, en 1895, el Tribunal supremo dictó una
sentencia contra la ley de 1894 alegando
que
sería un paso hacia -una guerra de los pobres contra los ricos—
una guerra constantemente creciendo en intensidad y amargura.. Sin
embargo, los denominados progresistas decidieron continuar su plan, y
en 1913 lograron que la décimosexta enmienda sustituyera la
imposición por capitación por unos impuestos progresivos. El
sistema impositivo dejaba de tratar a los americanos como ciudadanos
iguales para
convertirlos en parte de grupos, una medida extraordinariamente
dañina para la democracia”
“las
clases medias acabarían pagando las cuentas en
términos de empleo, de crecimiento económico
y
de prosperidad, ya que la subida de impuestos tiene como consecuencia
directa la reducción del crecimiento económico y de la inversión
y el aumento del desempleo”
“Es
más, la democracia se va destruyendo de manera
difícilmente reversible gracias a estas conductas desencadenadas
desde el poder. De los partidos, la corrupción del sistema pasa al
aparato del Estado e impregna el funcionamiento de la agencia
tributaria, de la policía, de los fiscales y de los jueces. Quizá
la mayoría de los ciudadanos lo ignore, pero el sistema en el que
viven va avanzando día a día, quizá hora a hora, hacia una
dictadura que de democracia
apenas conserva el ropaje. En paralelo, aparece otra gran amenaza
para la democracia: La
deuda nacional, un mecanismo de desgracia”
Continuará...
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