Dos autobuses de ida. Tres pisotones encajados: uno en el primer autobús, dos en el segundo. Decenas de cafés solos, con leche, cortados, carajillos, copas, batidos, todo servido con la mayor rapidez y perfección. Una taza de café, dos vasos, y un cenicero, rotos. Recogidos con esmero. No toques nada niño que corta. Esto te lo pago luego. Cinco zumos, tres mostos, y una veintena de botellas de agua sin gas. El pedido del hiper está en la puerta. Atasco en el aseo de señores. Solucionado. Cuidado, la leche de la jarra se va. Todo limpio de nuevo. Una docena de sandwiches, dos de hamburguesas completas. Un quemazo de no te menees. Dale al botón del lavavajillas. Crema para el quemazo. Retira las patatas. Da la vuelta a las salchichas. Diez pepitos de lomo, cinco minis de beicon, otros cinco de chorizo, tres de longaniza y quince de jamón con tomate. A la señora, de la cuatro, le gusta muy hecha la carne. Siete de huevos fritos con jamón. Tres docenas de platos combinados y ocho pinchos de tortilla de patata. Cobra la dos que se marchan. Tiene razón: le he dado mal los cambios. La maquina no miente, pero el dedo se equivoca. Un billete de lotería para la señora del fondo. Llama a un taxi, por favor. Los tres, de la tres, tienen prisa. Guarda el móvil que han olvidado. Paco y Pili ya vienen servidos: cuatro bromas sexuales, un comentario sexista, y dos discusiones entre amigos, evitadas con gracia. Enganchón con la maquina de hielo. Raja en el pantalón. Ponte una tirita. Recoge, limpia. Hasta mañana. Calambres en las piernas. Dos autobuses de vuelta. Ningún pisotón. Suerte. Una ducha caliente. Una cena ligera. Dos capítulos del libro. Y en todo el día, sólo una cosa en la cabeza...
Tu nombre.
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