ME AHOGO...

Me ahogo, me muero ¿dónde estás papá? Mamá me estoy muriendo y no estáis conmigo para darme la mano. Me bebo mi corta vida en un gran sorbo oceánico ancho y lejano. Ya no puedo sentir mi cuerpo. Dentro de nada tampoco pensaré. Ahora tendréis que esclavizaros más para pagar este viaje mortal y húmedo. Vosotros y el resto de mis hermanos, claro. A saber que tendréis que hacer ahora para pagar todo esto sin el dinero que esperabais que os mandara cuando acabara de crecer en esta nueva tierra y que serviría para pagar los viajes del resto de vosotros hasta volver a reunir a toda la familia. Sí, en esas tierras que yo ya no pisaré con vida, pero que era nuestra idea del paraíso, porque cualquier lugar es el paraíso comparado con la mierda de vivir en eso que llamamos país. No mamá, no nos han visto ni han oído a tiempo nuestros ahogados gritos y tampoco pueden hacer mucho más los que han tenido el valor de arriesgarse a recogernos y a intentar tirarnos cuerdas que no podemos ver, ni alcanzar, bueno, recoger nuestros cuerpos les costará poco, no tenemos colesterol en nuestra sangre ni grasa en el estómago, si acaso, un poco de agua de la última bocanada. No pesamos mucho y sin papeles todavía menos. Con una mano podrán pescarnos, pero no os preocupéis por mí, yo estaré bien dentro de unos segundos. Lo que siento es que vosotros tendréis que seguir viviendo en una constante agonía. Pobres hermanos míos. Pobres antes de nacer. Esclavos antes de nacer. Muertos antes de nacer. No lloréis por mí, llorad por ellos.

Más de veinte personas se ahogaron el pasado 16 de febrero a 20 metros de pisar tierra. Quince de esas pesonas eran niños de muy corta edad, dos mujeres una de ellas embarazada y el resto de personas eran hombres. Personas como nosostros que sólo desean tener una vida algo más digna, no mucho, lo que nos permitan los poderosos del mundo, pero seguramente nos preocupa más el hecho de que los actores y actrices que se lleven este año el oscar no repitan traje.